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jueves, 14 de enero de 2010

Jugar, siempre jugar

¿Te acuerdas cuando éramos pequeños y pasábamos horas eternas, o eso nos parecía, entretenidos con un juego de construcción? ¿O imaginando que éramos animales en la selva? ¿O formando parte de un tren imaginario, o viendo como unas hormigas sacaban granitos de arena del hormiguero? ¿O que hacíamos comidas en una cocina de mentira?

Era bonito jugar, entregarse completamente como si nada en esos momentos existiese fuera del juego. Solo la realidad inventada en la que dirigíamos nuestras tropas de plástico contra el enemigo o vivíamos aventuras estelares más allá del sistema solar.

Y nos íbamos haciendo mayores y empezábamos a soñar con un futuro lleno de emociones y prestigio, sin preocuparnos demasiado por él.

Pasamos del colegio al Instituto y ya vamos viendo que nos tenemos que preocupar de nuestro porvenir. Nuestras emociones están a flor de piel, vivimos el momento, salimos los fines de semana, nos divertimos a tope, pero intentamos estudiar y pasar curso.

Llegamos a la Universidad y la cosa se pone seria. Nos lo pasamos bien, puede que mejor que en la época del Instituto. Conocemos gente nueva, salimos los fines de semana, pero el futuro deja de serlo, se va convirtiendo en presente. Nos preocupamos de nuestro futuro, y eso nos pone serios. Y ya estamos dejando de jugar.

Llega el trabajo, y ya no juegas, solo te preocupas y trabajas. Te preocupas de subir un escalón más en el trabajo y te deprimes si no lo consigues, tú carrera laboral no era como te la imaginabas en la Universidad... tantos años de estudio para nada. Y sientes que no has llegado a nada, a nada te entregas como cuando eras pequeño y jugabas.

Te preocupas de perder el trabajo, si lo pierdes de preocupas porque no vas a encontrar trabajo, si encuentras trabajo, te acuerdas de lo bien que estabas en casa en vez de aguantar a un jefe energúmeno, echando horas y horas y horas.

Ya no juegas, el trabajo no es un juego, la vida no es un juego, esto es muy serio, tú eres una persona seria, un poco amargada y desilusionada.

Y llegan los hijos y te enfadas cuando no te hacen caso, y no entiendes que haces mal, y te preocupas por que quizás lo estás haciendo mal. Y te preocupas por su futuro, y te pones serio, y quieres que no rompan sus juguetes y sean responsables y nuevamente les riñes... por que todo es muy serio y la vida no es un juego, por eso no juegas, solo te preocupas.

Y piensas cuando ves a tus hijos jugar como se entregan y que en algún momento ellos también se volverán serios y dejaran de jugar, y dejarán de entregarse a la vida para preocuparse en un futuro inexistente o que solo existe en nuestra cabeza.

Piensas que no estás educando a tus hijos para que sean responsables y para que en un futuro puedan preocuparse de su porvenir y futuro, y eso te preocupa y te pone serio.

¿En que momento dejaste de jugar y te pusiste serio? Si no juegas la vida se te acaba, así que ya es hora de volver a aprender a jugar, de entregarse a lo que te gusta, de, simplemente vivir y no preocuparse.