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domingo, 21 de septiembre de 2008

Zen y la (ya no tan) nueva física

A mí, el budismo zen me suena a chino, japonés o sánscrito. No entiendo nada. Cuando estudiaba mecánica cuántica, que tampoco entendía, me querían hacer creer que una partícula cuántica, es decir, de dimensiones atómicas, estaba en todos los sitios a la vez hasta que alguien la miraba. No con los ojos, claro, si no con complejos experimentos que evidenciaban que, o bien estaba ahí, o bien se movía a tal velocidad. ¡Que todo no se puede saber! Mientras no se la mira, es un ente difuminado entre posibilidades de existencia y comportamiento. ¡Que luego digan que no nos creamos nuestra propia realidad! Para algunos que interpretan las lecturas del zen, existe una realidad de la que emerge todo, un vacío tan lleno que tiene todas las cosas del mundo, ya que surgen de él. Algunos relacionan zen con mecánica cuántica y yo les doy la razón, ya que ni se entiende lo uno, ni se entiende lo otro. Estoy de acuerdo con el zen en que la gran mayoría de nosotros vivimos la realidad que nos montamos, llena de formas y colores. Las formas y colores existen por que tengo ojos y un cerebro que interpreta las señales nerviosas que se generan en ellos al interaccionar con la luz. Pero el color y las formas solo existen en mi intelecto. Algo existe, pero no son ni las formas que veo, ni los colores que percibo.

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